viernes, 16 de marzo de 2018

COMPASIÓN...



Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. 
Se había desmayado al encontrarlo atado a aquella piedra de molino. 
Las cadenas alrededor de su cuello y sus patas le habían provocado heridas encarnizadas y sangrientas. Se armó de valor y le habló con dulzura:

- Escúchame atentamente. No sé quién te habrá hecho esto, ni sus motivos, pero no hay derecho. Igual tienes hijitos por ahí, esperando que les lleves algo de comida y se morirán de hambre, mientras tú vas a morir aquí, de pena y de dolor.


Tu espérame tranquilo, no te violentes, que voy a soltarte bajo mi responsabilidad.
Cogió una enorme piedruca y aporreó las cadenas hasta que las rompió.
Entonces, al verse libre, el dinosaurio le contestó en su idioma:


- Yo te agradezco mucho el detalle colega, pero la cosa está mu malita y ni gallinas ni gatos se encuentran por aquí, así que tú serás hoy la merienda en mi casa, espero que sepas perdonarme.


No hay mal que por bien no venga, efectivamente.


Mariajosé E. M.

Imagen de la red.

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