Te observo llegar, de tan lejos, cansado y confuso, alargada
estampa la tuya.
Miro al horizonte, el viento se lleva mi
pañuelo y me deslumbra el sol que se despide del día. Luz…, sombras.
Me piensas y te espero, te pienso y me
buscas... soy tu Dulcinea.
Otro día más que se despide y no estás a
mi vera.
Y el viento te trae a cada instante, tu
aroma me envuelve y me seduce, como siempre, caballero de la triste
figura.
Eres sol de mis días grises, sonrisa
eterna en unos labios por besar, primavera infinita en el otoño de una
mirada.
¿Dónde estás?
¿A dónde pones rumbo?
¿Volverás?
No, no hace falta que digas nada…, es
suficiente saber que lo deseas, lo demás no importa.
Quiero cerrar los ojos y seguir
sintiéndote, aquí, donde todo es paz y tú lo sabes, donde tú y yo confundimos
el ayer con el ahora y nos da igual el mañana.
Puedes seguir soñando, puedes callar
eternamente o imaginar la dulzura de tu piel y la mía en un roce, de tus labios
besando mi boca, de mi aliento mezclado con el tuyo en un susurro de miel y
canela.
Déjame seguir con la mirada el brillo de
tu lanza, déjame contemplar tu despertar y con la fuerza del viento de levante,
seguir moviendo las aspas del destino, cual molino de Campo de Criptana y
corregir la veleta de la vida.
Airam E. M.
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