domingo, 22 de enero de 2017

CICATRICES EN EL ALMA...



Me preguntas si me llevé algo cuando me fui, en mi precipitada partida de tu lado. Tardas en preguntarme y yo te explico: 
- ¡Claro!, ¿no lo has echado en falta? 
Me llevé un trozo de tu alma, que se quedó pegada entre mis sueños, un pellizco de tu sonrisa, que vino a parar, no sé cómo, a mi bolsillo. Y una brizna de tu melancolía, envuelta en el guiño de esos ojos soñadores, se vino conmigo sin dudarlo, acompañándome por siempre en mi camino. 
- Creo que fue así. Y entonces, ¿qué quedó?
- Quedó... un soplo de nostalgia contagiosa, que habita en el vacío de mis noches en vela; que son también las tuyas, ¡no lo niegues! y a veces, la alegría de pensarte aquí a la vera mía.
- Muchas cosas por compartir y demasiadas preguntas sin responder.
- ¿Sigo? 
- Tu misma.
- Queda el silencio, el recuerdo de una triste despedida forzosa en una calurosa tarde de verano. Quedan palabras nunca dichas, sólo en el silencio de ambas miradas. El silencio de tu mirada lo dijo todo en aquel adiós, caliente, de quiero y no puedo. Nada es para siempre, y el "nunca" y el "todo" tampoco existen. No me sueltes la mano, sigue apretando con fuerza y arráncame del fondo de tus entrañas. Me voy, pero me quedo dentro de ti, si quieres como si no, y eso nos dará la calma.
-  ¿Calma dices? Nunca hay calma en un corazón que vibra, en una alma errante, un barco a la deriva de la sin razón, que se deja llevar por los latidos hacía el puerto que el nuevo viento le arrastre. Ni calma ni sosiego, porque se bate en duelo consigo mismo y aunque crea que ha ganado, por siempre vagará perdido... 
Sólo estará el corazón curado, cuando su primer pensamiento al despertar no sea del otro, cuando no hurgue en la herida, no quite la postilla, no mire la cicatriz.

Airam E. M.


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